sábado 9 de julio 2016
Con los párpados empapados de nueve horas de sueño y 3 horas de tango, llegué a la orilla. Mi esqueleto maullaba, extrañando las sábanas. Mi cuello chillaba, añorando la almohada. Pero el horizonte hoy fruncía el ceño, persuadiéndome a aplacarlo con una danza de las derretidas, una magma de las que desmenuzan la resistencia de cada músculo, de las que ablandan los dolores hasta convertirlos en ríos de placer. El cielo prometía un diluvio pero entregó una llovizna. Las masas se espantaron y permanecimos la lluvia, el mar y yo. Y dos o tres personas que traté de no mirar.
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P. P. P.Ahora: cada día tiene su pie forzado, lo importante es seguir, sin forzar demasiado Archives
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