Inició su trayectoria el día, vestido de gris. Y yo como que andaba más erecta que de costumbre, flotando una pulgada sobre el suelo, en vez de media, pues resulta que la medalla es mía también. Nunca había sentido algo tan nuestro y tan mío a la vez.
Y tan suya. Y tan mía. Y tan nuestra. Por eso decidí que no hay infierno y que en el cielo, o en el fondo del mar, o bajo el suelo, somos uno. Vuelvo a entender la muerte como la plena disolución de fronteras. “Beautiful movment,” me dijo en su acento lejano.
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P. P. P.Ahora: cada día tiene su pie forzado, lo importante es seguir, sin forzar demasiado Archives
November 2022
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