lunes 26 de diciembre 2016
Conocía una abuela fuerte que contaba cuentos eternos. Cuando los nietos llegaban ella trepaba la palma sagrada y de ahí los bajaba a carcajadas. Los abría con los pies y los enfriaba con la lengua. Algunos sabían a fruta olvidada. Esos nos llenaban de esperanza. Otros olían a frontera disputada. Esos nos la quitaban. Los mejores sonaban como zumbido de colibrí enamorado porque al escucharlos volábamos sin llegar muy lejos y errábamos sin miedo. Pero el mejor cuento que hizo fue el de aquella palma sagrada que con el calor de sus palabras se hizo canoa y viajó el Orinoco.
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P. P. P.Ahora: cada día tiene su pie forzado, lo importante es seguir, sin forzar demasiado Archives
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