sábado 31 de diciembre 2016
Al borde de un precipicio rocoso, allá donde se evaporan las fronteras entre las nubes y el mar, su cuerpo se petrificó con la sal. Fue con las caricias del viento que eventualmente ella se hizo polvo y recuperó el movimiento. Los únicos testigos de ese vuelo fueron las flores sagradas. El polvo fino de su cuerpo aterrizó sobre los pétalos a la hora del sol y los últimos rayos caramelizaron aquel milagro. Cuando el sol se hunde en el brebaje salvaje de cielo y mar, las flores recuentan que ella una vez fue de piedra antigua y de sal
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P. P. P.Ahora: cada día tiene su pie forzado, lo importante es seguir, sin forzar demasiado Archives
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