Disciplinada al fin llego a la playa con el taco en la garganta y el mono trepaó. Nada nuevo, los mismos demonios. Abro mi sábana como de costumbre pero en vez de estirar un rato sobre ella me voy directo a la orilla que hoy casi no existe; hay un oleaje descomunal. La espuma se extiende por toda playa. Pronto me arropa y me dejo arrastrar, hasta que me doy cuenta que la ola también se empezó a llevar mis cosas. Logré recuperarlas y las tendí sobre un muro del Parque del Indio para que secaran.
Un deambulante se levantó de su siesta y meó sin discreción sobre la duna que recién restauró un grupo ambiental. Dos gringos me preguntaron si el oleaje siempre era así de fuerte. Quería decirles que sí para que se asustaran y no regresaran. Pero no todos los gringos tienen malas intenciones. Y no quiero ser tan xenofóbica ni nacionalista. Y solo porque hablan inglés no quiere decir que son gringos. Fui bastante seca pero creo que controlé exitosamente mis impulsos territoriales. Luego me preguntaron si daba clases de yoga. -“No.” Pero sí, tienen razón, hay algo de yoga en mi práctica.
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P. P. P.Ahora: cada día tiene su pie forzado, lo importante es seguir, sin forzar demasiado Archives
November 2022
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