sábado 23 de julio 2016
Hace días que la marea está devorándose la arena. Volvía a encontrar un mini barranco en la orilla. No sé a que se debe. Me senté con un ramillete de quenepas al borde del nuevo escalón arenoso, con los pies colgando. Hay algo de sentarse con los pies colgando que me devuelve a la infancia. Como que le sacude la seriedad al tiempo. Las quenepas me amarraban la lengua y me torcían la vista. Yo quería hundir los buques en el horizonte. Creo que nadie necesita tanta mercancía para ser feliz, especialmente si dejamos de temerle tanto a la tristeza.
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P. P. P.Ahora: cada día tiene su pie forzado, lo importante es seguir, sin forzar demasiado Archives
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