sábado 13 de abril 2019
Pulula fue vecina de Cleo desde que se mudó al pueblo. Ambas se fijaban mucho en las grietas, los escombros y los cuerpos encorvados por la soledad y el vicio, pero contrario a Cleo, Pulula sabía dar de sí sin desmoronarse. Pulula tenía callos enormes que le ayudaban con las labores físicas y emocionales de la reconstrucción. Cleo se cogía mucha pena y aún no sabía muy bien como aportar a la sociedad en ruinas, pero lo más que la desmoralizaba eran los cantos desafinados de la iglesia evangélica al lado de su casa. ¿Acaso Dios no merece música linda? Los feligreses parecían salir contentos cada domingo, pero Cleo se seguía sumiendo en un caldo de lágrimas con cada nota discordante. Se le hacía difícil comprender que ella no era la única que sufría.
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P. P. P.Ahora: cada día tiene su pie forzado, lo importante es seguir, sin forzar demasiado Archives
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