miércoles 23 de noviembre 2016
La luz turquesa revolcó los murciélagos que ahora se refugiaban en su vientre. El pandemonio de mamíferos voladores alteró su ritmo cardiaco, suscitando contracciones cada vez más fuertes del corazón hasta que este se encogió tanto que cupo entre las costillas y abandonó la caja torácica. El diminuto músculo no permaneció mucho tiempo atascado entre los huesos y la piel porque el viento y la arena conspiraron para sacarlo mediante un roce continuo que perforó el cuerpo, creando así una válvula de escape tanto para el pequeño corazón como para todos los órganos que se negaron a obrar sin él.
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P. P. P.Ahora: cada día tiene su pie forzado, lo importante es seguir, sin forzar demasiado Archives
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