Me siento a escribir, como muchxs, sin saber dónde desembocarán estas palabras, porque lo más que necesito es sentirlas fluir. Pero como temía, no fluyen. Caen de gota en gota sobre la página sin mojarla. Se depositan más como polvo que como agua. Temo que el viento se las llevará muy pronto.
Recuerdo cuando el ritual de escribir y moverme diariamente en la orilla del mar me ayudaba a salir paso a paso de un hoyo muy oscuro, lleno de inercia y llantos. Podría diagnosticarse como depresión. La traté además con sicoterapia y antidepresivos que por suerte podía pagar. Logré sentirme mejor y eventualmente lo dejé todo: las pepas, el baile, los versos y las visitas a la sicóloga. Y aquí me encuentro nuevamente, en un hoyo muy familiar. Es por eso que invoco a las mismas deidades de la danza y recurro al mismo templo de la escritura. Decidí repetir el mismo experimento poético antes de volver a empeparme y pagar por oídos profesionales.
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P. P. P.Ahora: cada día tiene su pie forzado, lo importante es seguir, sin forzar demasiado Archives
November 2022
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