jueves 8 de febrero 2018
¿Se puede bailar con las palabras, ya que no siento impulsos para moverme? Bailar es aprender a caer. ¿Cómo se escribe cayendo? Yendo lento, sintiendo el calor entre las vocales y soltando el pulso que amarra los verbos a la acción. Es seducir al pronombre para que desvista lo intocable. O romper con los criterios de la movilidad para sacudir la pelvis de las ideas hasta que caigan, para luego abrirlas con el filo de la cordura. Tienen grietas, quieren estallar. Carecen de ritmo, se desprendieron de su razón de ser. Cocinan dudas a fuego lento, cuelan café cosechado en el fondo del mar. Se tuestan con el estornudo de un sol cada vez más alérgico al amanecer. Ponchan con dedos de sal y cobran vida cada quincena. Destituyeron al que manda y andan asando lechón en los jardines olvidados. Allí también queman la basura con algo parecido a la culpa hasta que el humo no las deja verse y se chocan y hacen charcos de sangre sobre la brea caliente que luego se evapora y llueve sobre las alas del penúltimo guaraguao. No lo dejan volar y este se estrella contra la fe de un cristiano converso y la perfora, cosa de que ahora cree en otras diosas, de las que bailan música electrónica sin ropa y meriendan comején. No, no es un viaje, es un baile de palabras sobra una pista de papel. (no lo quiero editar mucho, pero se lo merece)
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P. P. P.Ahora: cada día tiene su pie forzado, lo importante es seguir, sin forzar demasiado Archives
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