domingo 19 de junio 2016
Visité mi orilla tres veces, con ningún motivo de bailar. En la primera visita pinté los zafacones de un blanco gaviota, con los nervios de punta, como quien está cometiendo un gran delito. En la segunda visita miné el sargazo buscando rastros de vida, con el frenesí de un astronauta que quiere hallar vida más allá. En la tercera visita me acompañó un ser lumínico en todos los sentidos. Y así descubrimos cómo se lucen las olas cuando las bañas con luz dorada, cómo la espuma goza del protagonismo, cómo la arena canta en las ambiciosas tonalidades de oro fundido.
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P. P. P.Ahora: cada día tiene su pie forzado, lo importante es seguir, sin forzar demasiado Archives
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