domingo 11 de septiembre 2016
Los estados reciben golpes. Los rascacielos llegan a su tumba. En la orilla de una nación que no merece fronteras y de un planeta que suplica arrodillado por la paz, ando de pie en la oscuridad invadida de luz, preguntándome si las palabras podrían persuadir, rezando para que renunciemos al ruido y al rencor, meditando sobre el miedo que nos mutila y marea. Cuando levanté la vista me estremecí ante la inmensidad. Mi piel erizada comprendió que la muerte no es el final, pues la brisa trae saludos de almas lejanas que andan escuchando melodías de guitarra bajo el mar.
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P. P. P.Ahora: cada día tiene su pie forzado, lo importante es seguir, sin forzar demasiado Archives
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