domingo 11 de diciembre 2016
Ese domingo la tristeza que la invadió hospedaba ciénagas densas entre las grietas de su piel. Tenía piernas, pero carecía de plantas en los pies. Por eso se arrastraba lentamente, como lombriz por las cavernas de su propia oscuridad, sin encontrar salida digna hasta que decidió mojar la punta dorada de su lengua en una copa de vino, deviniéndose reflejo sangriento de si misma. Esa sensación fue tan espeluznante que la tristeza se espantó y se fue con otra. Puede que un día regrese, pero no sin antes germinar un árbol majestuoso de carambola entre las costillas de su anfitriona.
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P. P. P.Ahora: cada día tiene su pie forzado, lo importante es seguir, sin forzar demasiado Archives
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